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Cuando el hijo se convierte en padre de su padre

Claramente los roles en la familia están cambiando, la estructura es distinta y por lo mismo se han dado diversidad de cambios que en algunas ocasiones son acertados pero en otros dan lugar a la aparición de nuevos problemas que las personas de otros siglos no tenían.

Y entre esas dificultades podemos mencionar al matrimonio hoy con un carácter soluble, separación de los pilares que afecta a toda la estructura, sobre todo a los hijos por ser los más vulnerables.

Otro factor que está creando situaciones inesperadas es la prolongación de la vida humana. Antes se vivía hasta los 50 o 60 años, en líneas generales. El que o la que lograba llegar a los 70 años, era un caso especial, digno de comentario.

Hoy en día, solo se comenta el haber rebasado los 100 años, asi que la gente vive más pero también tiene más probabilidades de enfermarse y algunas de esas enfermedades son incurables y degenerativas como el alzheimer, mal de parkinson, el cáncer en un nivel avanzado.

Con respecto a este último aspecto queremos compartir el siguiente escrito de Fabricio Carpinejar que nos invita a la reflexión, en este caso sobre nuestro papel como hijos ante la vejez de nuestros padres y todo lo que esa etapa conlleva.

"Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre".

"Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla. Lento, lento, impreciso. Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo. Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar".

Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana que ahora le parecen muy lejanas. Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda sus medicamentos".

"Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida. Aquella vida que nos engendró depende ahora de nosotros para morir en paz".

"Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo. Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas".

Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres. La primera transformación ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la ducha".

"La barra es emblemática. La barra es simbólica. Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores. No podemos dejarlos solos ningún momento. La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas".

"Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa".

Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación. Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros? Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra".

¡¡¡Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte!!!, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.

"Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos. En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude".

"Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho. Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso".

Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable. Meciendo a su padre de un lado al otro".

"Acariciando a su padre, calmado a su padre. Y decía en voz baja: ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá! Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo diga que está ahí".

Autor: Juan del Carmelo
Fuente: http://www.elperiodicodemexico.com

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